Usuario secundario

Desorden

—¡Ordena tus juguetes! Si en 5 minutos sigo viendo cosas en el piso, se irá todo a la basura.— Así mi santa madre me recordaba lo importante de mantener un dormitorio ordenado, amor de madre le dicen.

Ella no lo sabía, pero ella era parte de ese desorden, indirectamente claro. Ella sin tener la menor idea, era un usuario más de mis juguetes desparramados. No era la usuaria principal por su puesto, ella era el usuario secundario del producto, y como la mayoría de los usuarios secundarios, no estaba dispuesta a asumirlo.

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Arquitectura de la información

cajones

Cuando comencé a vivir en pareja tuve la suerte de que en nuestra habitación tuviésemos 2 closet, nada de mezclar ni convivir en un mismo espacio reducido de cajones y perchas. El closet pequeño para mi y el grande para ella. En un primer vistazo era una decisión obvia considerando la diferencia en el volumen de ropa que manejaba cada uno, pero, como me daría cuenta más tarde, también influirían nuevos factores que no me imaginaba, puesto que desconocía por completo el fabulosamente enigmático (zzzzzz) mundo de la moda femenina.
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Personas, el encuentro

Corrían los 90, llovía grunge, nacían ovejas clonadas, una princesa moría en un túnel franchute e internet era aún un bebé de pecho. ¿Y qué hacíamos sin netflix? Por esos años cavernarios todos aquellos perdedores que, sin novia con quien emborracharse mirar puestas de sol, se juntaban a jugar con unas cartitas mágicas de seres mitológicos, poderes inimaginables y fantásticas aventuras que jamás viviríamos por nosotros mismos: Magic, The Gathering o “mallic” para los amigos. Como soy una persona muy curiosa (y no por falta de otra cosa que hacer), me interné en este fascinante mundo de los juegos de cartas… ¿creía en esa época que algo de lo que ahí aprendiera lo aplicaría hoy en los proyectos de experiencia de usuario? Obvio que no.

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